lunes, 4 de marzo de 2013

Convivir en familia

El reflejo del lugar donde crecimos es la importancia de la familia en el aprendizaje de habilidades fundamentales como la capacidad de convivir en armonía.


En la convivencia diaria dentro de una familia, los hijos aprenden dentro de ese núcleo dos cuestiones básicas para la vida: trabajar y convivir. Si en la propia familia no se aprende esto, no habrá institución que pueda enseñarlo. 

Cuando no hay convivencia familiar, la vida es casi imposible; privación que desafortunada mente puede trascender a otros ámbitos más allá de los personales, como el laboral, donde un empleado que no sabe convivir, poco a poco se va cerrando las oportunidades.

ACEPTACIÓN

Lo más sensato es aprender a vivir con lo que tenemos y con lo que somos. Esto consiste en aceptar a las personas con sus cualidades, posibilidades y limitaciones. Esta aceptación nos la proporcionan los demás en la convivencia, pero preferentemente de manera inicial y estable, la familia. Nadie puede aceptarse a sí mismo si antes no ha sido aceptado por su propia familia.

Aceptar a los hijos es lo que permite ser padre o madre; por el contrario, el distanciamiento y el considerar a los niños como un estorbo hace difícil que éstos se acepten a sí mismos. Para propiciar la aceptación subraya todo lo que tu hijo haga bien y no lleves la cuenta de lo que hace mal; date tiempo para escucharlo y convive con él.

El hijo que no se siente comprendido incondicionalmente puede experimentar amargura, que se traduce en la imposibilidad de aceptarse a sí mismo.

QUERER...
La principal elección de la familia es querer convivir. Pero no como una exigencia sino como una opción que brinde cada uno a los demás. No exigir que los demás convivan al ritmo de uno solo, sino acomodarse todos a las necesidades y ritmos de los demás.

En algunas familias aunque se quiera, no se puede convivir: la presencia del amargado permanente, de un hijo enganchado en la droga, de agresividades constantes o de desamor entre los esposos son problemas que, involuntariamente, pero de manera sistemática y eficaz, van destruyendo la convivencia, hasta llegar a amenazar la supervivencia de la familia.

...ES PODER
Convivir es un arte y los padres que tienen la sensibilidad para hacerlo, crean el estilo de familia y de lenguaje que enseña los comportamientos de la convivencia como son:

Vivir con los hijos. Estar con ellos en el tiempo, en los espacios, en las palabras y en los logros.

Compartir circunstancias y experiencias. Hay que ser sensibles y justos ante las aportaciones de cada miembro de la familia.

No sembrar la guerra de palabras. No se debe criticar, comparar o ser indiscreto.

Favorecer los ritmos de encuentro. El diálogo y las conversaciones de sobremesa son importantes; para esto es fundamental reducir las horas frente a la televisión, la computadora y el teléfono.

Convivir en armonía. Vivir con gusto con una persona cercana a nosotros es más una opción que un deber (que también lo es), pero es algo que se aprende tanto a través de las experiencias positivas, como de las desafortunadas.

El respeto a la intimidad. Sólo se crea un clima agradable de convivencia cuando cada uno puede disponer de un pequeño espacio para su intimidad.

Aprender a estar juntos. Cohabitar de forma agradable es un arte que sólo se aprende con experiencias satisfactorias de compatibilidad.

EL PODER DE LA PALABRA

Enseña a tus hijos a conversar, pues las personas con más capacidad para la convivencia son aquellos que saben dialogar. Y es que las palabras son las herramientas para coordinar acciones en la familia y en el trabajo, y también sirven para compartir ideas, necesidades y sentimientos.

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